El “hibris” del presidente Donald Trump

El “hibris” del presidente Donald Trump

No parece haber ningún plan por detrás de las marchas y contra marchas de la administración norteamericana. En su lugar, aparecen la egolatría presidencial y una elemental ideología nacionalista. El método es el de Theodore Roosevelt, “a Dios rogando y con el mazo dando”. La resistencia.

Y marcha atrás. Solo un día después de presentar unos anticuados cuadros en los que era posible leer los nuevos aranceles de la administración impuestos sobre los productos provenientes de cualquier lugar del mundo, el presidente Donald Trump resolvió postergar su vigencia por noventa días.

¿Estrategia para negociar caso por caso? ¿Reacción frente al derrumbe de los mercados bursátiles planetarios? Difícil de determinar ante la ya probada imprevisibilidad del ocupante de la Casa Blanca, elegido por el pueblo estadounidense.

A velocidad de rayo, muchos gobiernos solicitaron iniciar negociaciones. Puede no ser plausible, pero es entendible. Caso, el ahora famoso pequeño país africano Lesoto. Sus exportaciones de textil y diamantes a Estados Unidos peligran con un arancel del 50 por ciento ¿Cómo no negociar entonces?

Si lo de Lesoto es comprensible, lo de los grandes del mundo, no lo es tanto. Salvo China y, en menor medida Canadá. Todo el resto, incluida la Unión Europea, corre detrás de las decisiones del presidente Trump.

Resulta obvia la dependencia de ese resto respecto de Estados Unidos. Comercialmente, militarmente y hasta en materia de ayuda, todos requieren de la buena voluntad o no que se exprese en Washington.

El problema es que el compromiso de todo tipo con la libertad, la democracia, el estado de derecho que Estados Unidos asumió desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945, finalizó.

Lo reemplaza una mezcla de nacionalismo, autoritarismo y proteccionismo que lleva a el mundo a modificar sus comportamientos. Llegó la hora de diversificar mercados -nunca es malo- pero también el momento de rearmarse -tampoco es malo en sí mismo- para la defensa.

El multifacético poeta, ensayista y director de cine muerto en 1963, Jean Cocteau, decía que “cuando los hechos nos superan, debemos hacer de cuenta que somos los organizadores”. Fue la reacción del presidente Trump como consecuencia del derrumbe bursátil.

Con todo, parece que las balas comienzan a impactar. El campo republicano es un poquito menos sólido. El alicaído demócrata ensaya levantar vuelo. Y las protestas, lentamente, ganan las calles.

Claro que el presidente Trump aún tiene cuerda para rato. Más aún con su recurrencia al post modernismo de adecuación de las verdades a las exigencias de su discurso.

Así, por ejemplo, tras la marcha atrás, dijo que era necesaria frente a las dificultades en el mercado de obligaciones. Y presentó la situación posterior como “magnífica”.

La megalomanía del presidente Trump -también la de algunos que quieren aparecer como amigos o discípulos- es un hilo conductor que debe ser siempre tenido en cuenta.

Nada de cuanto hace parece responder a un plan. Alterar los nervios del mundo durante poco más de 24 horas, para remitir el tema a 90 días vista, revela un grado de improvisación difícil de aceptar, pero casi verificable.

Todo parece indicar pues que no existe plan alguno. Que todo responde a la “hibris”, aquel concepto griego que se traduce por “arrogancia, altanería, insolencia, soberbia, ultraje, desenfreno, desmesura”.

Es decir, “el intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los humanos”.

La resistencia

Es la dictadura china la que se presenta a dar pelea. Escalada de por medio, si los aranceles norteamericanos a los productos chinos alcanzan el 145 por ciento, la contrapartida china es del 125 por ciento. En otras palabras, guerra comercial.

En la óptica del presidente Trump, China es solo un competidor desleal al que hay que castigar. Nada más. Nada sobre la dictadura y su consiguiente represión. Nada sobre la persecución y los derechos humanos de las minorías como los tibetanos o los uigures. Nada sobre la independencia de Taiwán.

Puede que las represalias chinas contra las decisiones de la administración Trump se limiten a la cuestión arancelaria. Puede que China busque contestar con una penetración en otros mercados. Pero puede ocurrir que la respuesta vaya más allá.

En lo externo, Taiwán parece el punto vulnerable. Las maniobras militares chinas alrededor de la isla así lo demuestran.

Militarmente, la isla no es un país débil. Todo lo contrario. Pero no alcanza para frenar una invasión china en toda la regla. Si nunca ocurrió se debió al compromiso de los Estados Unidos con los gobiernos de la isla.

¿Será válido ese compromiso bajo la administración Trump? ¿Será válido ante la concepción de la división del mundo en esferas de influencia de los fuertes? Sin respuesta.

Por lo pronto, antes de la marcha atrás, el presidente Trump también subió los aranceles para las exportaciones taiwanesas donde sobresalen los semi conductores. No hay amigos, solo intereses…de Trump.

Desde el “mundo libre”, la respuesta seria proviene del vecino Canadá. Si bien alguna mejoría en la relación se produjo al no ser alcanzado por el aumento general de los aranceles, no alcanzó. Y Canadá, en reciprocidad, decidió arancelar con un 25 por ciento a los vehículos norteamericanos.

El problema de fondo no son los aranceles en sí mismos, sino la decisión “trumpista” de relocalizar en Estados Unidos, las terminales y las autopartistas canadienses.

Lo mismo ocurre con México. Pero la respuesta no es la misma. El tranquilo gobierno canadiense reacciona. El revolucionario gobierno mexicano hace buena letra. Tácticas.

El provisorio primer ministro canadiense Mark Carney fue claro. “La estrecha colaboración con Estados Unidos terminó” y “me opongo a todo intento de debilitar al Canadá” dijo Carney.

Responde así a la delirante pretensión de Trump de convertir al Canadá en el 51 estado norteamericano. En dos semanas, los canadienses votan. De momento, oficialismo y oposición cierran filas ante el peligro externo.

Europa

Queda la Unión Europea. Como siempre con idas y venidas para poner de acuerdo a los 27 integrantes. Listos, para después de arduos debates, defender el plausible derecho de los osos o los zorros a la vida, tardan una eternidad para resolver cuestiones vitales como la defensa o la energía. Ahora, además, el comercio.

Por fuera de la UE, el Reino Unido muestra practicidad. Desde las conversaciones con China hasta la visita a ese país del jefe militar de más alto rango indican una adecuación a las circunstancias que los 27 no consiguen plasmar.

Contra las resoluciones rápidas se yuxtaponen, por un lado. la diversidad ideológica: democracia liberal de algunos contra autoritarismo de otros como, por ejemplo, el primer ministro húngaro Viktor Orban. Por otro, la burocracia denunciada por todos los políticos de extrema derecha europeos.

Por último, un “estado de bienestar” ahora insostenible. Para la guerra comercial, para la defensa y para Ucrania hacen falta fondos que solo pueden provenir del achicamiento de programas sociales y de obra pública, si se pretende evitar un incremento de la inflación.

La más que veloz conformación de la coalición conservadora-socialdemócrata que gobernará Alemania por los próximos cuatro años aportó una nota de optimismo.

Alemania, junto con Francia, son los países destinados a liderar la Unión Europea. Y el nuevo canciller federal, el conservador Friedrich Merz, pregona que Europa debe finalizar su dependencia de Estados Unidos.

Su slogan es “Alemania está de vuelta”. Veremos.

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